Por: Lenin Contreras

A finales del mes de marzo, el gobierno chino confinó la ciudad de Shanghái, con cerca de 26 millones de habitantes, para detener la propagación de la Covid. Shanghái alberga el mayor puerto de contenedores de China y del mundo. El cierre de este importante puerto prendió las alarmas de nuevo, ya que es uno de los principales puntos de salida mundial de productos electrónicos. Igualmente, en marzo, se cerró Shenzhen, ciudad con 17 millones de habitantes, que alberga ensambladoras ligadas a las cadenas de suministros de Volkswagen, Toyota o Apple.

El confinamiento de Shanghái y Shenzhen derivado de la pandemia, amenaza con reactivar el caos en las cadenas de suministros y producción que golpeó a la economía capitalista en 2021. Recordemos que el año pasado, explotó una crisis de contenedores, provocada por el cierre de puertos, principalmente en China, que alberga 7 de las 10 principales estaciones portuarias del mundo, como Shanghái, Shenzhen, Ningbo-Zhoushan o Qingdao.  El papel estratégico de China en la producción de manufactura de exportación, aun hoy 2/3 partes del total mundial, hacen que la política de cero tolerancia a la Covid de Pekín, impacte en los flujos marítimos de mercancía.  

El cierre de los puertos derivó en congestionamiento marítimo y escasez de contenedores, el 80 por ciento de los productos se transportan por esta vía. Se desató un incremento acelerado en los precios del flete marítimo hasta en un 50 por ciento y finalmente terminó por encarecer el precio final de las mercancías.  

Los cierres en China impactan mundialmente por el papel del país asiático como epicentro de la producción mundial de manufactura o productos intermedios. Según John Bellamy Foster una empresa transnacional tiene 5 mil proveedores directos o de primer nivel, pero cada uno de estos en promedio cuenta con 250 proveedores de segundo nivel, y estos a su vez tienen proveedores de tercer nivel. El 90 por ciento de las corporaciones multinacionales de Fortune 1000 tenían proveedores de nivel uno o dos en China, por ello los cierres intermitentes en el gigante asiático o de otros países exportadores, genera desincronización de las ramas de producción y comercialización mundial, afectando los niveles de precios finales. 

Los confinamientos en China no son la única muestra de la gran interconexión e interdependencia de las cadenas de producción mundial. El incremento de la demanda de equipo de cómputo o teléfonos inteligentes en la cuarentena, derivado de la expansión del teletrabajo en el confinamiento, y la interrupción de las cadenas de suministros para la producción de semiconductores provocaron la escasez de microchips y chips en el 2021. Las grandes transnacionales productoras de chips y semiconductores como Intel y Qualcomm de Estados Unidos, Samsung de Corea del Sur y la taiwanesa TSMC, advirtieron que la escasez es por las restricciones o falta de suministro de la industria de semiconductores. La insuficiente oferta también se debe a la modificación en las líneas de producción para abastecer una creciente demanda de computadoras o video juegos, y una relativa reducción, en el periodo de cuarentena, de la demanda de componentes para automóviles.

Si los confinamientos en los principales puertos chinos demuestran el importante peso de la economía china en la producción industrial mundial, la falta de chips mostró la dependencia que tienen las principales economías de la producción de Taiwán y Corea del Sur, quienes dominan la industria. Estos dos países concentran más del 80 por ciento de la producción mundial de microprocesadores y el 70 por ciento de los chips de memoria. Aunque las norteamericanas Intel y Qualcomm, son dos de las principales empresas productoras del mundo, irónicamente tienen sus principales centros de montaje fuera de Estados Unidos, como en las ciudades de Shenzhen y Shanghái en China, San José en Costa Rica, en Malasia se ubican en Kulim y Penang, y en Vietnam en la Ciudad Ho Chi Minh, por lo que la interrupción de las cadenas de suministros impacta negativamente la autosuficiencia de Estados Unidos, pese a contar con estas empresas. 

A estas alturas es evidente que tanto la crisis de los contenedores como la de microchips es la expresión de que la reapertura de la economía no implicó la sincronización de las cadenas de producción, suministros y valor del capitalismo global. Mas evidente resulta que los nuevos confinamientos en China prevén nuevas desincronizaciones. 

Las tensiones en las cadenas de suministros, la escasez de insumos (alimentos, materias primas o petróleo y gas), la recuperación más lenta de ciertas industrias respecto de la demanda final, así como el crecimiento del costo del transporte marítimo, han desatado procesos inflacionarios que agravan los problemas de poco crecimiento económico, amenazando a la economía mundial con el fantasma de la estanflación, es decir, nulo crecimiento e inflación acelerada.

Sin embargo, la causa profunda de esta crisis de suministros e inflación, es decir, la base material, es irónicamente la misma globalización neoliberal, impuesta con los programas de ajuste estructural promovidos por Estados Unidos, BM y el FMI, y su inherente División Internacional del Trabajo (DIT), que convirtió a China en la fábrica del mundo.   

La globalización neoliberal tuvo por objeto trasladar los procesos de producción de manufacturas de países imperialistas a países subdesarrollados que contaban con salarios y recursos naturales más baratos, regímenes fiscales favorables e incentivos productivos. Soportada en la innovación tecnológica en telecomunicación y transportes, el capitalismo pudo relocalizare e interconectar por todo el planeta los procesos de producción para incrementar las tasas de ganancia reduciendo el costo de la fuerza de trabajo y las materias primas. 

La masiva deslocalización productiva de la década del 80 y la gran interdependencia promovida por la globalización, es la gran fragilidad de la economía capitalista basada en cadenas mundiales de producción, controladas por empresas capitalistas trasnacionales. 

Hoy, la globalización se ha volcado contra el capital. Desde hace 10 años, después de la crisis financiera de 2008, muchos autores han señalado el fin del neoliberalismo y el inicio de una nueva época. Si la crisis financiera fue el principio del fin del neoliberalismo como modelo capitalista, es posible que la pandemia y la guerra de Ucrania representen un clavo más en el ataúd neoliberal. Sea o no sea así, estamos viviendo un cambio de época, y la pregunta es ¿Para quién será este nuevo momento de la historia, para los burgueses financistas y oligarcas industriales o para los pueblos del mundo?