Por: Emiliano Raya

La cuestionable (por decir lo menos) decisión del Estado Ruso de intervenir militarmente en Ucrania ha desatado una (justificada) ola de críticas contra la beligerante medida rusa. Estas críticas se pueden dividir en dos grandes bandos. El primero, que no el más popular, es aquel análisis que se esfuerza por ubicar el fenómeno bélico entre Ucrania y Rusia, más allá de la inmediatez visceral y romántica, y recurre a un análisis histórico de las acciones de Estados Unidos, la Unión Europea y Rusia. 

Esto permite romper con la extendida visión maniqueísta que gestiona la bondad inmaculada de un lado, y la maldad demoníaca del otro. La intención de este tipo de reflexiones es hacer evidente que la realidad es mucho más compleja que la forma en la que se presenta. Que hay matices; que hay sucesos precederos que explican los hechos actuales. Que no es un acto arbitrario, sino el resultado previsible de una serie de acciones acumuladas que desembocaron en la guerra. 

Pero este análisis, como ya dije, no es el más popular. Hay un segundo bando, el más común, el más extendido, que se centra en la apariencia mediática de la guerra. Esta posición está fundada en un acto de simpatía por algunos de los bandos, a partir de los dividendos de popularidad que arroje asumir la posición. Es decir, dado que es muy popular, ponerse del lado de “Ucrania” (como si el país fuera una unidad de pensamiento y no tuviera sus contradicciones) atacan y responsabilizan a “Rusia” (como si el pueblo trabajador ruso fuera el culpable directo de las decisiones de su gobierno oligarca. 

En este bando se aglutinan los manifestantes que salieron a las calles en las últimas horas en Berlín, Madrid, Barcelona, Bilbao, París y Niza; equipos, directores técnicos y jugadores de futbol; youtubers, y miles de cuentas y perfiles en Facebook, Instagram y Twitter que reproducen #PrayforUcrania. 

Hay dos comunes denominadores en estas muestras de apoyo a Ucrania y de repudio a la guerra. El primero es que hasta hace ochos días, a nadie de ellos les importaba Ucrania, principalmente la población de la región del Donbáss, que sufrió durante ocho años prácticas de exterminio por el simple hecho de ser ruso-parlantes. Tampoco les pareció extraño ni mucho menos denunciable el que se declarara ilegal al Partido Comunista Ucraniano, cuyas fuerzas fueron reprimidas, perseguidas y encarceladas. Todo eso parecía naturalmente democrático y legítimo.

El segundo denominador, es el de la hipocresía. En realidad, no se oponen a la guerra, no se oponen porque nunca se opusieron, ni se manifestaron contra los movimientos militares de la OTAN, es probable que incluso los aplaudieran. No se oponen a la Guerra, porque nadie ha levantado la voz contra los bombardeos que hace un par de días realizó Israel contra Siria, Arabia Saudita contra Yemen, o el de Estados Unidos (sí, Estados Unidos) contra Somalia. ¿Qué demonios tiene Estados Unidos contra Somalia? ¿Qué le hizo Somalia a Estados Unidos?

La realidad es que eso no les importa. Tal vez porque no están, y cito, “muriendo niños rubios de ojos de color”. O tal vez porque lo que les importa es subirse al tren del mame, ser populares y con esto ganar seguidores. Pero la hipocresía, siempre deja ese apestoso tufo a falsedad.  

El sufrimiento del pueblo ucraniano no tiene justificación, al igual que la xenofobia desatada contra el pueblo ruso. Los únicos enemigos en esta guerra son el Estado Pro-fascista ucraniano, y el Estado Oligarca Ruso. Si uno de los dos desaparece, el mundo no pierde nada. 

Por último, solo resta afirmar que, las guerras no tienen calidad moral por si solas. No es mala o buena por el hecho de ser “guerra”. Aunque usted no lo crea, hay guerras que ayudan. Ayudan a liberar pueblos, a independizar naciones, a romper yugos. Pero de lo que sí puede estar usted completamente seguro y segura, es que ninguna guerra, NINGUNA, la hemos iniciado las y los pobres, las y los oprimidos, las y los marginados, las y los despojados, las y los explotados, las sin tierra, los sin pan. Nunca, nunca, hemos sido responsables de que, en este mundo, no haya paz ¿Quiénes son los culpables entonces?