Julio García


Con la pandemia del Covid-19, dos de los temas que preocupan a la mayoría de la población trabajadora son: el abasto de alimentos básicos y el precio de los mismos. Sobre todo, porque las cadenas de suministro de alimentos pueden verse interrumpidas; y la especulación, las compras de pánico y el encarecimiento del dólar, tienden a incrementar el precio de los productos básicos.
Si bien, tanto el titular de la Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco), Ricardo Sheffield, la titular de la Secretaría de Economía, Graciela Márquez y la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (SADER), han cerrado filas, argumentando: se sancionará a los establecimientos que aprovechen la situación de contingencia y suban los precios [sanción que puede ascender a los 3 millones de pesos (mdp)]; México cuenta con una reserva de alimentos básicos de Liconsa y Diconsa para 100 días, y con ello se garantiza el abasto de productos básicos, y; hasta ahora las cadenas de abasto de alimentos del campo funcionan de manera normal, por lo cual no hay riesgo. Lo cierto es que, en el ambiente, gobierna la incertidumbre.


Aunado a la irresponsabilidad de los medios de comunicación, al incentivar la histeria colectiva, líderes empresariales y diversos organismos internacionales, han expresado su preocupación sobre la continuidad de las cadenas productivas, el flujo de mercancías y el incremento en los precios de los productos básicos. En México, la Asociación Nacional de Abarroteros Mayoristas (Anam), ha informado que como consecuencia del incremento que algunos proveedores han hecho a sus productos, las tienditas de la esquina se han visto en la necesidad de elevar precios a productos como el huevo, granos y azúcar, además, algunos productos importados podrían verse afectados por el incremento del precio del dólar. A lo expuesto por la Anam se suma el presidente del Consejo Nacional Agropecuario (CNA), Bosco de la Vega, quien expresa que se avecina una crisis y, por lo tanto, es imprescindible que la cadena de suministro de alimentos esté trabajando, tanto para el mercado nacional como internacional, por ello es necesario establecer medidas de seguridad claras para la producción en el campo, almacenaje, transporte, centros de distribución, transporte y supermercados.


Por su parte, el presidente de la Asociación Nacional de Tiendas de Autoservicio y Departamentales (ANTAD) argumentó, que no hay sistema que pueda resistir las compras de pánico. Además, de que los saqueos o destrucciones de tiendas rompen la cadena de abastecimiento.


En el plano internacional, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) advierte de varios riesgos, uno de ellos asociado a la interrupción de la cadena de suministro de alimentos, en donde el cierre de fronteras puede limitar la circulación de trabajadores de la industria agrícola y aumentar los retrasos en las fronteras para los contenedores con alimentos, dando lugar al deterioro de los productos o su desperdicio. Un riesgo más es que, la incertidumbre sobre la disponibilidad de alimentos puede desencadenar una ola de restricciones a la exportación, generando escasez en el mercado mundial, alterar el equilibrio entre la oferta y demanda de alimentos, dando lugar a picos de precios y a una mayor volatilidad de los insumos. Siendo más claros, para la FAO los cuellos de botella en el suministro de alimentos y las interrupciones en las cadenas de suministro son inevitables, a partir de abril/mayo es en donde se esperan interrupciones.


Bajo cualquier escenario, los más afectados serán los más pobres y que padecen mayor inseguridad alimentaria. Los grupos más vulnerables incluyen a los pequeños agricultores, ganaderos, pescadores, que podrían verse impedidos para trabajar en sus tierras, cuidar su ganado o pescar. También tendrán dificultades para acceder a los mercados en donde venden sus productos o compran insumos esenciales, de igual manera, padecerán los estragos del incremento de precios de los alimentos. Otro grupo comprende a las personas que no tienen empleo, trabajadores informales y subcontratados, al respecto, la Organización Internacional del Trabajo (OIT), aún antes de la pandemia, estimaba que durante 2020 el número de desempleados aumentaría en 2.5 millones de personas aproximadamente, esto sumado a la cifra de desempleo de 188 millones, más 165 millones de personas que no tienen un trabajo bien remunerado y 120 millones que no tienen acceso al mercado laboral, es decir, aproximadamente más de 470 millones de personas se verán afectadas.


México no es la excepción, la cuarentena ya está afectando a las personas de menos ingresos, que viven al día y no cuentan con servicios médicos. Para ellos los gastos de luz, agua, comida o renta no paran, son aproximadamente 37.5 millones de personas (población desocupada, subocupada y ocupada en el sector informal), quienes son las más vulnerables a esta catástrofe.


No conforme con lo anterior, el capitalismo se ha encargado de crear alrededor de 820 millones de personas que padecen hambre, y de ellas 113 millones se enfrentan a una grave inseguridad alimentaria aguda, esto es, un hambre tan grave que supone una amenaza inmediata para su vida o sus medios de subsistencia, personas que no pueden permitirse una interrupción de sus medios de vida o el acceso a los alimentos que el Covid-19 puede traer.

Ante esta crisis ¿No deberíamos pensar y elegir ya una alternativa al capitalismo?
Una revitalización del modelo capitalista implicaría regresar a la barbarie, a la agudización del hambre y la miseria. Todas y todos debemos forjar un futuro mejor, para ello un primer paso será la toma de todas las empresas esenciales para afrontar la crisis, el control de los trabajadores y trabajadoras de las ramas de servicios y la producción se hace indispensable.


Lo que está demostrando la crisis es la inutilidad de la clase capitalista y sus representantes políticos, y quien está demostrando ser esencial para salvar al mundo es la clase trabajadora. Debemos luchar por una sociedad distinta, un gobierno de trabajadores y trabajadoras que a través de la organización democrática puedan afrontar la crisis.


¡Ante la barbarie capitalista, el futuro socialista!