Este año se ha visto envuelto en algunas manifestaciones de diversa índole debido al recorte presupuestal en ciencia y tecnología. Sin embargo, en este escrito mencionamos un fenómeno que se suele dejar de lado, ¿qué conocimiento es lo que se produce en nuestro país?
Mexicanos y mexicanas vimos con malos ojos que el gasto total del gobierno de la República para Ciencia, Tecnología e Innovación (descrito en el Ramo 38 del Proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación) se redujera 13.6%, al pasar de 56,477 millones de pesos a 49,733 millones de pesos. El Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), órgano máximo regulador en la materia, está teniendo 2 ,561 millones de pesos menos, de 27,225 millones 876,510 pesos a 24,664 millones 719,642 pesos.
Como resultados de esta medida se han suspendido y cancelado actividades de investigación, desarrollo tecnológico, formación de recursos humanos, difusión y divulgación de la ciencia, según lo han señalado los mismos investigadores en sus protestas. Además, se han tomado medidas de austeridad que conllevan un uso limitado de la energía disponible.
También las universidades públicas más importantes del país han tenido reducciones a su presupuesto; por ejemplo, para la UNAM, el recorte fue de 38,300 millones de pesos a 37,277 millones de pesos, en la Universidad Autónoma Metropolitana, de 7,028 millones de pesos a 6,738 millones de pesos, en el Instituto Politécnico Nacional, de 16,348 millones de pesos a 16,181 millones de pesos. Un caso más local sería la UMSNH que en los siguientes meses volverá a quedarse sin recurso suficiente para completar sus funciones en lo que resta del año.
Si bien todo esto es dañino y criticable, incluso es una prueba irrefutable de la morfología empresarial y neoliberal del aún nuevo gobierno, ahora hablaremos de lo que se produce en nuestro país, ¿qué tipo de conocimiento es el que se paga con nuestros impuestos? ¿Para quiénes se produce eso? Y ¿Quiénes son los beneficiarios de esto?
Aníbal Ponce en su libro Educación y lucha de clases, nos habla que históricamente toda institución educativa que es sostenida por las clases dominantes sirve para mantener el orden imperante en ese momento histórico. Por lo tanto, el desarrollo de la ciencia y tecnología en nuestro país sirve principalmente para las necesidades que tenga el capital monopolista transnacional.
El ritmo del mercado, las crisis capitalistas, las búsquedas de nuevos recursos que explotar y cómo hacerlo de mejor manera tendrán la agenda de la ciencia y tecnología en nuestro territorio. Más aun, el desarrollo armamentístico y de espionaje serán fundamentales en el control social mediante coerción y consenso.
Teniendo esto claro, se dan fenómenos importantes en nuestros centros de investigación, temas tratados por algunos académicos importantes como Eduardo Loría, Héctor Vera Martínez, Jaime Vázquez, José Joaquín Brunner, Ana María Netto Machado, Hugo Aboites, y muchos más nos hablan de los sistemas de evaluación y producción de conocimiento en México.
El origen histórico puede remitirse a 1984 con la creación del Sistema Nacional de Investigadores (SNI). De manera progresiva, se han ido instalando en todas las instituciones de educación superior del país sistemas de evaluación y de estímulos salariales compensatorios. Es decir, se han ido creando sistemas internos de evaluación y compensación salarial a la par de los mecanismos nacionales definidos en esencia por el CoNaCyT y la Secretaría de Educación Pública (SEP).
Aunque las universidades enfatizan que son tres sus labores sustantivas (docencia, investigación y difusión de la cultura), se premia de manera desproporcionada a la investigación. Así, se puede ver que los montos federales se distribuyen entre las universidades de acuerdo a ciertos indicadores como: el número de profesores de tiempo completo que son miembros del SNI; el número de profesores con reconocimiento de Perfil Deseable en el Programa para el Desarrollo Profesional Docente de la SEP; el número de publicaciones en revistas indizadas en la base de información bibliográfica Scopus; el número de programas en el Padrón del Programa Nacional de Posgrados de Calidad del CoNaCyT; etc.
Todo eso genera el fenómeno del productivismo académico, el producir por producir sin importar el contenido. Generando en la mayoría de los casos muchos artículos científicos e investigaciones que no tienen el impacto debido y que son demasiado deficientes. Además de provocar prácticas tan indeseables como el plagio y el clientelismo.
Son pocas las investigaciones serias y con un desarrollo favorable, pero la mayoría de éstas deben responder al capital y sus necesidades. Sin embargo, existen algunos proyectos de investigación de gran influencia popular, la mayoría de ellos tienen el inconveniente de contar con poco presupuesto por su contenido muchas veces crítico.
Finalmente, podemos asegurar que es criminal que se recorte el presupuesto a la ciencia y la tecnología, debemos exigir que se aumente el monto. Pero no solo eso, también debemos cuestionar qué se produce y buscar que el desarrollo del conocimiento sea popular, democrático y que beneficie a la mayoría de la población, que realmente nos sirva para mejorar nuestra calidad de vida.